Una mañana en Viena, mientras Perez trabajaba, me fui al Museum Moderner Kunst, que está dentro del Museum Quartier, que es, ni más ni menos, un complejo de museos. El edificio era espectacular, el día estaba re soleado y llegué con mucho ánimo de ver cosas que me sorprendieran. Pero me encontré con obras tan modernas que me fui desilusionado.
El peor recuerdo me lo llevé de una exposición que se llamaba 678 (evitemos los chistes tan fáciles), de Florian Pumhösl. Tenía un piso entero dedicado a unos cuadros en acrílico, todos iguales entre sí.
En otro piso, había una instalación en video: en una sala a oscuras, una pantalla apenas tenía algo de luz, se la veía gris oscuro, y sonaba un piano. Ajá. En otro piso, una pantalla iba cambiando de color lentamente hasta que llegaba a este pico de emoción:
Me fui corriendo y encontré consuelo en el gift shop, hojeando revistas alemanas y viendo libros lindísimos.
No entendiste nada, seguro que es una obra conceptual que reflexiona sobre el vacío y sinsentido de la vida en las sociedades industrializadas.
ResponderEliminarmás bien, es parte de ese sinsentido
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