En Berlín conocimos a una bailarina danesa que habla castellano con acento andalú porque está casada con un sevillano.
En Viena, a un investigador rumano que vive en Alemania y habla castellano con voseo porque viaja seguido a La Plata, ciudad que ama por su universidad y "por su idealismo".
Allí también, en el Kunst Historische Museum, vimos una muestra de dibujos de un austríaco que la flasheó con Bali y se fue para allá a los 20 años; décadas después, en alguna de las guerras, lo hicieron prisionero por ser de una nacionalidad en la que no se reconocía para nada y prisionero murió. No me acuerdo el nombre ni lo encuentro, pero estas fotos son la prueba:
Me pregunto en qué clase de animalitos migratorios mutantes nos iremos a convertir nosotros.
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