domingo, 10 de abril de 2011

Habitando el nuevo hábitat

Durante toda la semana tuvimos la puerta de entrada casi bloqueada por la cantidad de cosas que había dejado la checa: una cómoda, una mesita en la que tenía un plasma (¿se lo habrá comprado en cuotas para el Mundial?), cortinas, una alfombra verde manzana (todas sus cosas eran blancas o verde manzana). En la pieza nos dejó su cama (horrible), en el living un sofá y con el correr de los días le empezamos a usar un mueblecito para poner los zapatos. La checa se volvió una presencia molesta que queríamos echar cuanto antes. Iba a venir el viernes a la tarde. El mismo día a la mañana avisó por sms que iba a venir el sábado, si estaba OK por nuestra parte. Perez le dijo que no estaba nada OK y le pidió que la llame. Hablaron unos pocos minutos por teléfono. La checa dijo que iba a "tratar" de venir el sábado. Perez casi la mata y le dijo unas cuantas cositas. La checa cortó y al día siguiente avisó que vendría a las 14.30. Llegó con algo de retraso acompañada por la misma amiga que la había ayudado a llevarse algunas cosas y con Chiquito, un flaco de casi dos metros que tenía pinta de ser su hermano. A Chiquito no se lo veía cómodo con las escenas que hacía su hermana, que intentaba ser bastante pilla pero, claro, no lo suficiente como para empaquetar a dos porteños.

Apenas la vimos, le propusimos arreglar las cuentas. Ella dijo que, tal como habíamos acordado la vez anterior, iba a depositar lo que correspondiera en la cuenta del dueño del departamento y él nos iba a descontar esa suma del alquiler del mes siguiente. ¿Estás loca, mami? Le dijimos que nunca habíamos hablado eso. Ella le dijo algo en checo a Chiquito, como haciéndose la sorprendida. Él ni le respondió y siguió desarmando el sofá. "Are you kidding?", le preguntó a Perez, que para esa altura estaba tomando carrera para pegarle un shot en el orto. Le insistimos con que jamás se había hablado de un depósito. Nos preguntó si queríamos la plata cash. Y sí. Nos pagó, con cierto desprecio, y empezaron a juntar sus cosas.

Precavidamente, a la mañana habíamos ido a un galpón en el que venden infinidad de cosas de segunda mano para el hogar (muebles, sillones, platos, cubiertos, cafeteras, juegos de mesa, todo lo que se les ocurra) y por poco más de 30 euros nos llevamos de todo. Como era de esperar, no nos dejó ni una bombita de luz en la pieza pero ya teníamos nuestros nuevos-viejos veladores y también nuestro colchón a estrenar. Tardó como dos horas en llevarse todo pero, luego del tiroteo del principio, casi no nos dirigimos la palabra. Desde la puerta nos avisó que había terminado. "Ok, bye", le repondimos. Cerró la puerta y nos expandimos en la que ahora es nuestra casa 100% y a la que estamos dispuestos a ponele toda la onda.

En esta imagen pueden apreciar cómo va quedando la terraza, el orgullo de esta casa. Cada silla: 5 euros. Cada macetita (de cerámica): 30 centavos. La mesita la encontramos hoy abandonada en la calle en una de las calles más ricachonas de Mannheim por la que caminamos, justamente, buscando algún regalo del dios del mueble.

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