El último fin de semana en Heidelberg fue muy relajado. Ya habíamos conseguido nuestra schöne Wohnung y sólo restaba esperar. Así que salimos a disfrutar de los días primaverales que esta ciudad tan bella (¿demasiado?) nos regaló.
La Novia de Viloni (me encanta decirle así, es como La Novia de Frankenstein -Frankenshtain-) nos había avisado: los días lindos la gente va al río a hacer barbacoa. Exactamente, a orillas del Neckar, toda, pero toda la juventud heidelberiana, se había dado cita para poner sus salchichas sobre las brasas, beber cerveza o vino (en copas, no en tetra), comer dulce o salado (acá le entran a cualquier cosa a cualquier hora) y hasta fumar shisha (narguile). Incluso vimos algunas chicas cebadas que con veinte grados ya se calzaban la bikini y tomaban sol cual porteñas en el Parque Las Heras.
Nosotros preferimos recorrer el Philosophen Weg (el Camino de los Filósofos), un sendero sobre la margen derecha del Neckar, desde el que se ve en todo su esplendoroso esplendor el Schloss (Castillo), el Alte Brücke (Puente Viejo), el centro histórico de la ciudad, en fin, la tarjeta postal.
Logradas autofotos (pedirle a un japonés que nos saque me da una vergüenza espantosa):
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