Por culpa del acceso restringido a Internet que estamos sufriendo en estos últimos días, sacar una charla nueva, sin tener amigos en la ciudad ni poder hablar con los que están en la otra punta del mundo, se está volviendo una misión harto complicada. Cada anécdota nueva que vivimos es exprimida hasta el último detalle, analizada por todos lados. Personajes que serían secundarios en una vida normal, para nosotros son apariciones estelares que nos permiten renovar el deporte del piki. Prácticamente, son las únicas personas que conocimos.
Estos son algunos de los personajes con los que nos comunicamos, con total dificultad, parte en alemán, parte en inglés, también con mucha destreza corporal, ya sea para dar a entender una palabra que no se sabe como también para (qué lindo clavar ese conector tan de composition “not orly...but also...”) redondear una idea que uno no sabe cómo compartirla.
La Lubertino del colchón: Con unas plataformas anchas, arañaba el metro cuarenta y era la única empleada del local. Nos introdujo en el infinito mundo del matratze (colchón en alemán), tal vez ese sea el secreto de que Alemania se sostenga como potencia durante tantos años: tienen mucha data sobre el noni.
Nos aconsejó dos colchones de una plaza, porque cada cuerpo tiene sus necesidades. L. nos traducía todo (Lubertino dijo no saber inglés) y afirmaba: ella y su marido alemán tienen colchones distintos que, a su vez, forman la cama matrimonial. Pese a su tamaño diminuto, Lubertino revoleaba colchones de acá para allá y nos invitaba a probarlos. Nos hablaba de rellenos, de tamaños, de resortes. Tenía los brazos musculosos, marcados de tanto gimnasio y una boca chiquita. La volvimos a ver la semana siguiente cuando fuimos a comprar nuestro humilde colchón y ese día nos comunicamos bastante bien en inglés. O sea que el otro día se había hecho un poco la vagoneta. Se nos enojó un poco cuando le cancelamos la compra de dos almohadas (todo lo que es almohada está siendo un tema sensible: acá son gigantes) y ella ya las había facturado, pero al rato nos despidió con su simpatía habitual.
Ljljana: Es la encargada de brindar información sobre cursos de alemán en una academia que tenemos a dos cuadras de casa. La conocimos el viernes pasado pero nos despachó en medio minuto porque ya había terminado su horario laboral. Ese día me llamaron mucho la atención sus cejas, pintadas con una especie de fibrón, que le llegaban casi hasta la oreja. La volvimos a ver el lunes y nos atendió amorosamente, hasta se disculpó por habernos fletado. Con tono de profe (nos contó que dio clases muchos años) nos brindó mucha información sin dejarnos hablar en otro idioma que no fuera alemán. Ella nos hablaba tan lento que lográbamos entenderle. Divina, Ljlj, me dieron ganas de tomar clases particulares con ella.
Joachim: Llegamos a su ventanilla del banco con la lengua afuera, hartos de los inútiles de la sucursal de Heidelberg, que no nos habían sabido explicar por qué nuestra cuenta nunca llegaba a abrirse luego de esperar durante dos semanas. Con un inglés impecable y una pinta muy parecida al protagonista british de 'The Office', Joachim nos explicó que el motivo debía ser que todavía no teníamos la visa definitiva. Se metió en el sistema del banco, nos confirmó que no se había abierto nada con nuestro nombre, nos contó los greatest hits de Mannheim, como que acá se inventaron el primer auto y la primera bici, habló mal de Heidelberg, dejó entrever que era bastante zurrrdito, se remontó a reyes de siglos pasados y a la Guerra de los Treinta Años, nos explicó el precio de las postales, en definitiva, nos habló durante más de 15 minutos, mientras sus compañeros atendían a la gente que se iba juntando detrás nuestro. El viernes que viene lo vamos a volver a ver y ya quedamos en que vamos a ir directo a su ventanilla.
qué grande Joachim el Ricky Gervais de Mannheim, un poco me gustaría conocerlo mejor
ResponderEliminarYo diría que con estos personajes y sus respectivas parejas (si es que tienen) los inviten a un barcito y que les recomienden varias de las mas ricas birras... Imagino un encuentro colorido y hasta bizarro. Besos
ResponderEliminarNosotros invitamos a la inauguración de nuestra casa en Paris a una farmacéutica solo porque nos había atendido con buena onda . "Precisaban algo mas? Sino en caja les cobran" "Si,la verdad que nos caíste bien, no querés venir a la inauguración de nuestra casa el sábado?". Era nuestro periodo "hacerse amigo de las piedras". Kelo
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