martes, 12 de julio de 2011

Por arriba, por abajo: Ricky Martin en Mannheim

El sábado tocó Ricky Martin gratis en Mannheim. Por supuesto, fuimos. No pasan demasiadas cosas en Mannheim y cuando pasa alguna, hay que subirse.

Llegamos bastante tarde y ya había muchísima gente cuando faltaban como 100 metros para llegar al escenario. Había tocado vaya a saber qué banda antes y el público aprovechaba el intervalo para salir del amontonamiento en busca de cerveza y salchichas. Estábamos muy lejos y quisimos adelantarnos. PRIMERA LECCIÓN DE ETIQUETA: acá no se estila atropellar, pisotear, empujar ni violentar en modo alguno al resto de la concurrencia. Llegamos hasta donde llegamos y ahí vinieron a quejarse unas chicas porque nos habíamos puesto delante de ellas. Tuvimos que volver para atrás pidiendo disculpas. Me sentí un primate.

Salió Ricky a escena, con campera de cuero pese al calor, y nos atacó con tres temas seguidos supuestamente rockeros, desconocidos para mí. Para la segunda canción ya se había abierto la campera, dejando al descubierto sus depilados pectorales, bañados de sudor. Ahí Irma dictaminó: se pone campera a propósito para transpirar más.

Ricky rocker no le movía un pelo a nadie. Interpreté que las canciones debían ser nuevas. Pero cuando sonó "Living la vida loca" tampoco pasó nada. La gente seguía tomando, charlando, mirando la pantalla como si estuviéramos viendo un DVD en la casa de alguien. Ricky tampoco le ponía mayor empeño a la interacción con el público. Cada dos o tres canciones, se iba tras bambalinas (me encanta decir "tras bambalinas", atrasa mínimo 70 años), dejándonos a cargo de sus cantantes o bailarines. Los cantantes son los que cantan realmente, Ricky sólo corea, y no porque esté ocupado con alguna compleja coreografía, no. Ricky se limita a sonreir como en una propaganda de Colgate y mover los brazos como prescriben los pictogramas egipcios. Los pasitos y el desempeño de los bailarines, me hicieron pensar más en la escuela de baile de Reina Reech que en un chow internacional.

De todos modos, estaban sonando los clásicos, aquéllos que nos acompañan desde hace años en el desbarrancamiento de toda fiesta, y yo estaba dispuesta a cantarlos y bailarlos con todo mi ser. Entonces recibí mi SEGUNDA LECCIÓN DE ETIQUETA: acá no nos dejamos llevar por esas pasiones descontroladas. Resignados, nos apartamos de la multitud abúlica para tomar cerveza en alguno de los puestitos ad hoc.

Siempre lo banqué a Ricky Martin y más aún desde que salió del clóset, que se nota que le costó mucho, pobre muchacho. Pero, desde esta perspectiva, es muy triste que siga cantando "She bangs" y temas así, en los que se finge enamorado de una mujer. Ricky, ya sos libre, gritale al mundo cuánto te gustan los hombres, cantale a la sunga, a los músculos de gimnasio, a lo que sea que te seduzca de un tipo.

Otro momento bajoneante fue la canción del mundial '98. "Allez, allez, allez" y los brazos arriba como en una clase de aerobics en la playa. Trece años con este curro. A robar a los caminos, Ricardo.

El clímax fue "Por arriba, por abajo" y con él vino la sorpresa: a los alemanes les gustan los pasitos para copiar. Se despabilaron todos para cantar cualquier cosa en un español horrible y sacudir, nuevamente, los brazos.

Ricky nunca se aprendió el nombre de la ciudad en la que estaba: "Germany", nos llamaba. Parecía que actuaba a reglamento, que entregaba las sonrisas pautadas por contrato y ni una más. Algunos temas estaban lentos y daban la sensación de que más rápido el artista no podía. ¡Vamos, Ricky, sos joven, media pila! El show fue corto y terminó con una versión de "Así es María", con un sonido pretendidamente contemporáneo y/o globalizado, que daba ganas de llorar. Bises no hubo.

1 comentario:

  1. qué bajón, esperábamos mucho más de rickito
    igual saber que entre el Público estaban ustedes: AMOR

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