sábado, 30 de abril de 2011

Delicias de la vida turca

Estamos viviendo en un barrio turco de Mannheim, lo cual tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo.

Los negocios de "Todo x € 1" forman parte de lo bueno. Miren si no:



Cada una, un /oiro/ (les hablo en fonética, chicos: este blog es cultura).

No serán Pequeños Pecados, pero se la bancan.






Para que vean lo que sufro: este post, con esta conexión, a esta hora, me tomó ¡20 minutos! Esto es un sacerdocio. Pay me back y díganme cosas hot.

jueves, 28 de abril de 2011

Wifi

No tenemos wifi. Desde que llegamos a Mannheim. Hace ya tres largas semanas. Tenemos un "stick", esto:



Cuesta 2 euros por día y si nos lo pasamos de una máquina a otra, nos vuelven a cobrar 2 euros. Así que lo usamos un día cada uno.

A veces venimos a la tarde a la casa de L., que está de viaje, le hacemos compañía al pichicho, nos atragantamos de wifi y ocasionalmente usamos el lavarropas también.

Lo peor son las noches. El stick se pone lento cual conexión telefónica.

Siendo optimistas, todavía faltan dos semanas para tener wifi en casa.

Los adictos entenderán la dimensión de nuestra desgracia.

lunes, 25 de abril de 2011

Un comienzo demoledor

Como se podrán imaginar, no es una tarea sencilla conseguir libros en español en Alemania. Por suerte, tengo un primo tan bueno que me prestó dos (ya terminé uno, prometo escribir sobre él muy pronto) y me regaló 'Un gran chico', de Nick Hornby, que estoy cerca de terminar, pero me tuve que tomar un par de días para reponerme de las primeras dos líneas:

- ¿Os habéis separado?
- ¿Tú estás de coña, o qué?

Pese a las altas dosis de galleguismo de la edición de Anagrama, el libro me está gustando bastante, casi tanto como la peli o la banda de sonido. Sin dudas, es una gran pieza pop.

domingo, 24 de abril de 2011

El repaso de la semana

"Un día te vas a dar cuenta que no tenés más trámites que hacer", predijo Rabai Kelo por chat. Y tuvo razón, una vez más. Con departamento alquilado y los papeles en regla, la vida se ordenó. Internet, wifi, para ser más preciso, es lo único que falta para que la felicidad sea total. ¿Y entonces? Sin obligaciones, no queda más que concentrarse en lo que tenemos que hacer. ¿Y en mi caso? ¿Eso qué era? Escribir mi libro, buscar revistas que quieran publicar las notas que quiero hacer desde acá y seguir abriendo el juego. La semana pasada me vi muy favorecido con el limitado acceso que tenemos a Internet. Creo que ya lo contamos en otro post, pero, por las dudas, vuelvo a contar que dependemos de un stick USB de esos que en Argentina se llaman Internet Móvil. Cuesta dos euros por día y es un servicio malísimo, pero a la noche todavía es peor. Con menos distracciones, me concentré, casi todos los días, en lo que estoy escribiendo, que me está gustando bastante, pero también me tiene medio cagado porque es mi primer libro. Entonces también vivo pequeñas turbulencias anímico-emocionales del tipo "es-todo-nuevo", en referencia a Alemania y a la escritura, pero esas voces son velozmente acalladas con litros de cerveza alemana, todo tipo de panificado, chocolate o kebap.

martes, 19 de abril de 2011

Sueño que ojalá sea un exorcismo

Sueño que hago la valija, que trato de ordenar mi casa y no llego, que se me hace tarde, que pierdo el tren, que hago trámites, que tengo problemas con mis nuevos compañeros de laburo, que todo se complica y sale mal.

lunes, 18 de abril de 2011

Casi argentina por el mundo

Apenas Ari me confirmó su visita, pensé en llevarlo a H&M para que aprovechara las rebajas que nos beneficiaron positivamente en todo lo que es media estación. A él y a Fanta, mi otro primo, les costaba conseguir ropa copada porque miden dos metros (ahora que son ciudadanos del mundo ya no tendrán esos problemas). Pero en este país de roperos y de gigantes, con un Medium vestís a uno de la NBA, así que le mostré la misma campera que me compré a 10 euros y él se fue a ver cómo le quedaba a un espejo. De lejos, le hice un chiste con Legacy, que lo auspició durante años. La mención de esa marca produjo una reacción inesperada: me vino a abrazar una mina cuarentona tan alta como mi primo, rubia, con el pelo planchado y una cara de loca desquiciada. "¿Sos argentino? ¿Te puedo dar un abrazo?". Me abrazó y me sumergió en sus tetotas. Cuando logré volver a la superficie, me contó que había vivido en Argentina 25 años y que extrañaba mucho. Cuando Ari volvió con la campera en la mano, convencido de que era una ganga, la mina le pidió un abrazo a él también, que se lo dio pero sin entender qué pasaba.

Nos explicó que se volvió a Alemania por la inseguridad, por el miedo a que le secuestren los chicos, vivía por San Isidro, pero ahora no estaba mucho más contenta porque sus hijos van a la escuela con turcos y hablan ese idioma en el que mezclan alemán con palabras o expresiones en turco, y ellos le juran por Alá que no lo van a seguir haciendo, pero ella se quiere mudar a un pueblito más chico, no recuerdo cuál, en el que van a hablar sólo alemán y van a salir derechitos. Ajá. Con Ari empezamos a enfriar la charla, porque no daban muchas más ganas de seguir escuchándola, pero justo apareció Perez, así que la mina aprovechó para contar todo de nuevo, pedirle un abrazo y disculparse por haberme abrazado a mi. Nos despedimos, nos dijo que le alegramos el día y nos deseamos suerte.

Dejando de lado tanta oscuridad y locura, les comparto una imagen de los felices primos Bigote y Camperuli. Por cierto, el bigote nos lo dejamos al unísono pero creo que en la foto no se nota.

Ven, Conejín, te contaré un secretillo



¿Qué le está diciendo Jose al Conejillo de Pascua? Jueguen y participen por una visita guiada al castillo de Heidelberg.

La saudade llega con Pesaj

Como buenos chicos judíos que somos, nos agarró una saudade por el séder de Pesaj de esta noche. Es el primero que pasamos lejos y, encima, la sensación se agranda porque compartimos estos últimos días con mi primo Ari, con quien cené todos los Pesaj de mi vida. En un rapto de judaísmo total, quizás vayamos a la sinagoga de Mannheim esta noche, lo que es seguro es que nos vamos a comunicar de alguna forma con nuestras familias para saludarnos e intentar que nos llegue el aliento a guefilte fish por el teléfono.

domingo, 17 de abril de 2011

Mirá el pajarito

¡Atención lectores ornitólogos, europeos y @franalverja!

Desde que llegamos que quiero saber cómo se llama este pajarito:



Desde ya muchas gracias,

Frau Perez.

Libros al azar

Una vez leídos los dos, ¡apenas dos!, libros de ficción que pudimos traer desde Argentina, comenzó la era de los libros al azar.


Me prestaron Atlas de geografía humana, de Almudena Grandes. Leí hace unos años Las edades de Lulú y me gustó mucho. Una amiga española me regaló el año pasado El corazón helado y me gustó mucho cuando habla sobre la guerra civil española. Le creí a aquellos personajes, me resultaron bastante verosímiles. También me interesó el vínculo de los personajes contemporáneos con sus antepasados, el trabajo de develar sus historias. Pero su historia de amor se me hizo larga y aburrida, forzada, mientras que la parte épica de la República fluía con naturalidad. Lo recomendé y lo regalé, pero me quedaron mis reparos hacia Almudena. Mejor dicho, hacia su literatura, porque ella me cae genial y más ahora que está tan comprometida con la lucha contra la impunidad del régimen franquista. ¡No pasarán, Almudena! Pero Atlas de geografía humana me está venciendo. Creo que en cualquier momento lo abandono, aún sabiendo que tengo tan poca ficción para leer en castellano.

La novela cuenta la historia de cuatro mujeres que trabajan juntas en una editorial. Las cuatro atraviesan la crisis de los 30, tironeadas entre vocaciones postergadas, hijos demandantes, maridos que ya no las quieren o que ya no quieren, deseos sexuales insatisfechos... nada que una redactora de la Cosmo no pueda imaginar. Los cuatro relatos en primera persona se suceden y confunden, porque todas hablan igual. Una decisión muy extraña. ¿Habrá querido sugerir Almudena que en un punto son todas iguales? Y si es así, ¿para qué? No lo entiendo.

Lo peor son las partes hot, porque todas cogen o quieren coger. Las cuatro adoptan un lirismo porno soft para hablar del Amante que, queriendo ser poético, se vuelve rídiculo. Es literatura para mujeres, me había dicho L. con un desprecio tan infinito que ni siquiera era a propósito. Y, una vez más, nuestra gurú de Mannheim tuvo razón.

Almudena querida: no, no y no. Capaz que un día la vida nos reúne en una misma trinchera y me va a dar mucha vergüenza y culpa haber escrito esto, pero Atlas de geografía humana es lo peor que te leí y me saca las ganas de darte otra oportunidad.

viernes, 15 de abril de 2011

Visa y visita

VISA

Juntamos todos los papeles necesarios (contrato de alquiler, carta de la universidad, seguro de salud, largo etcétera) y nos mandamos dos días antes de nuestra Termin (cita), urgidos por la posibilidad de un viaje fuera de Europa que me había aparecido de repente. A cada inmigrante se le asigna un funcionario según la inicial de su apellido: como la becaria soy yo, para la burocracia alemana somos Familie Perez o Frau Perez a secas. Más aún para la funcionaria que nos tocó en suerte, con el psysique du rol de lesbiana más obvio, puntas de corbata pegadas en la pared (hay un día que las mujeres salen a cortar las corbatas de los hombres), poster de Pink y un cartel de "Callate la boca y besame", oportunamente traducido por L. Le encantó que no haya cambiado mi apellido al casarme y que me viniera con un marido de adorno (según su perspectiva). Por todo esto nos animamos a hacer algo insólito: adelantar una Termin. Habíamos aprendido en el curso de alemán cómo cancelar una Termin y cómo postergarla; para adelantarla, ni siquiera sé si existe el verbo. Pero pensamos que si había una funcionaria alemana dispuesta a ayudarme para que yo pudiera viajar a un país del tercer mundo a trabajar con las mujeres oprimidas, ésa era Pink. En eso no nos equivocamos. Nos dimos a entender como pudimos, porque, y esto es absurdo, ni Pink ni la colega turca con la que comparte oficina, hablan más que alemán. Hola, son la Oficina de Extranjeros, atienden ex-tran-je-ros. Un poco de mal inglés, por favor. Más o menos, decía, le dimos a entender que necesitábamos la visa urgente para pedir la visa del país tercermundista, y nos atendió en el momento. Todo iba bastante bien, sorteando confusiones varias como podíamos, bancando como dos horas en una sala de espera que huele a miedo, hasta que nos llaman (Frau Perez!), nos dan un papelito y nos mandan a la caja. Pagamos, volvemos chochos y nos entrega los pasaportes con la visa... sólo para un mes más. Hasta julio. Porque sólo hasta julio tenemos pago el seguro de salud. Y sí, mi amor, recién llego, vengo de Argentina, ¿qué esperás, que pague los dos años por adelantado? Nos sentíamos re pillos porque habíamos averiguado que era posible no pagar doble seguro de salud, es decir, conservar la cobertura de viajeros hasta su vencimiento y contratar la nueva desde entonces, pagando por adelante el primer mes. No hubo manera de hacérselo entender a Pink. Salimos, llegamos a casa y me di cuenta de que con esa visa iba a ser imposible abrir la cuenta en el banco. Sin cuenta en el banco, no hay pago de la beca ni chance de contratar internet. O sea, el horror. Volvimos, rogamos, nos ahogamos en la incomunicación total y salí de ahí con las primeras ganas de llorar del viaje. Por suerte al día siguiente hizo su aparición estelar mi directora, chapeando con su condición de Prof. Dr., porque en esta sociedad tan jerárquica, Prof. Dr. mata a funcionaria de la Oficina de Extranjero que habla un solo idioma. Habló con la turca porque Pink no estaba, y obtuvo una nueva cita, muy prometedora, para hoy. Hoy Pink ni nos miró y la turca arrancó hablándonos a los piques en alemán. Me hinché y me le planté: I don't speak German. Jose matizó: Langsam, bitte (despacio, por favor). Me pidió que la llamara a mi dire: Anrufen, dijo. No dijo: Anrufen Sie, bitte (llame usted, por favor), sino algo tan salvaje como un ¡Llamar! Me comunico, le paso, nos mandan a la sala de espera del miedo otra vez. Algo pasó en el medio, no sabemos qué, pero cuando nos volvió a llamar por el altoparlante, era otra persona. Hablaba lento y casi comprensible: zwei jahre (dos años) se entendió clarito. Bajamos, pagamos, volvimos, nos dio el pasaporte con la visa hasta julio anulada y nueva visa por los dos años que dura mi beca.

¡Felicidad!

VISITA

Para coronar este éxito, recibimos la visita de Ari, el primo de Jose que vive en Madrid y que nos dedicó una escapadita de fin de semana. Es raro esto de hacer anfitriones en un lugar en el que todavía nos sentimos tan visitantes. Raro pero divertido. Como todo esto. Lo más complicado acaba de quedar atrás y ni siquiera fue tan bravo.

jueves, 14 de abril de 2011

El principio del fin

Mi primer nutella.

Alerta: posibilidad de amigos nuevos

Salimos con el mate de casa rumbo a la fotocopiadora  porque necesitábamos algunas fotocopias para los trámites de la visa. La figura del fotocopiador, tal como recordábamos con Kelo hace unas semanas, acá no existe y todo queda en manos del cliente. Un oriental me explicó en un alemán muy trabado cómo se usaba la máquina. Con tanto trabajo, el mate quedó abandonado arriba de una mesa. Al rato escucho una voz porteña: "uh, mirá, un mate". Era una flaca argentina, vecina, que se casó con un alemán, que habla perfecto español, y que nos invitó a "un grupo de argentinos" que se juntan a cenar más o menos una vez por semana. Nos cambiamos los teléfonos y así quedó abierta la ilusión de empezar a hacernos amigos. O al menos juntarnos a hablar de dónde conviene hacer las compras, qué hacemos por acá, qué hay para conocer y quién nos tira alguna bici vieja o algo así.

Imágenes obtenidas en la misma excursión a la fotocopiadora:

Integrante original y fundadora de Los Mateykos con el homenaje a las Torres de Soldati que tenemos en Mannheim.

Me lo hubiese llevado para el living.

Ex cuartel de bomberos, ahora creemos que es un teatro con su bar correspondiente.

miércoles, 13 de abril de 2011

Último Wochenende en Heidelberg

El último fin de semana en Heidelberg fue muy relajado. Ya habíamos conseguido nuestra schöne Wohnung y sólo restaba esperar. Así que salimos a disfrutar de los días primaverales que esta ciudad tan bella (¿demasiado?) nos regaló.

La Novia de Viloni (me encanta decirle así, es como La Novia de Frankenstein -Frankenshtain-) nos había avisado: los días lindos la gente va al río a hacer barbacoa. Exactamente, a orillas del Neckar, toda, pero toda la juventud heidelberiana, se había dado cita para poner sus salchichas sobre las brasas, beber cerveza o vino (en copas, no en tetra), comer dulce o salado (acá le entran a cualquier cosa a cualquier hora) y hasta fumar shisha (narguile). Incluso vimos algunas chicas cebadas que con veinte grados ya se calzaban la bikini y tomaban sol cual porteñas en el Parque Las Heras.

Nosotros preferimos recorrer el Philosophen Weg (el Camino de los Filósofos), un sendero sobre la margen derecha del Neckar, desde el que se ve en todo su esplendoroso esplendor el Schloss (Castillo), el Alte Brücke (Puente Viejo), el centro histórico de la ciudad, en fin, la tarjeta postal.



Logradas autofotos (pedirle a un japonés que nos saque me da una vergüenza espantosa):



¡Irma, Orlando y el varón también salieron a pasear!

Fachadas de nuestro barrio, Südstadt:




Me encanta saber que no me despido de Heidelberg, que volveré seguido para trabajar, pero para vivir, prefiero un poco de suciedad, de ruido, de noche. ¡Aguante Mannheim!

Lugar común

Hoy casi rompo en llanto en la oficina de extranjeros. El motivo: uno de los círculos viciosos que se arman con las burocracias de acá, en este caso entre la oficina de extranjeros, el seguro de salud y el banco. Todo trabado entre sí. Y la funcionaria que no habla más que alemán y que le parece que si alza la voz, la vamos a entender.

Por suerte Jose me sacudió cuando me estaba quedando de pie en un pasillo haciendo pucheros. Gracias, querido, por evitarme ese lugar común tan poco glamoroso.

martes, 12 de abril de 2011

Corta galería de personajes

Por culpa del acceso restringido a Internet que estamos sufriendo en estos últimos días, sacar una charla nueva, sin tener amigos en la ciudad ni poder hablar con los que están en la otra punta del mundo, se está volviendo una misión harto complicada. Cada anécdota nueva que vivimos es exprimida hasta el último detalle, analizada por todos lados. Personajes que serían secundarios en una vida normal, para nosotros son apariciones estelares que nos permiten renovar el deporte del piki. Prácticamente, son las únicas personas que conocimos.

Estos son algunos de los personajes con los que nos comunicamos, con total dificultad, parte en alemán, parte en inglés, también con mucha destreza corporal, ya sea para dar a entender una palabra que no se sabe como también para (qué lindo clavar ese conector tan de composition “not orly...but also...”) redondear una idea que uno no sabe cómo compartirla.

La Lubertino del colchón: Con unas plataformas anchas, arañaba el metro cuarenta y era la única empleada del local. Nos introdujo en el infinito mundo del matratze (colchón en alemán), tal vez ese sea el secreto de que Alemania se sostenga como potencia durante tantos años: tienen mucha data sobre el noni.

Nos aconsejó dos colchones de una plaza, porque cada cuerpo tiene sus necesidades. L. nos traducía todo (Lubertino dijo no saber inglés) y afirmaba: ella y su marido alemán tienen colchones distintos que, a su vez, forman la cama matrimonial. Pese a su tamaño diminuto, Lubertino revoleaba colchones de acá para allá y nos invitaba a probarlos. Nos hablaba de rellenos, de tamaños, de resortes. Tenía los brazos musculosos, marcados de tanto gimnasio y una boca chiquita. La volvimos a ver la semana siguiente cuando fuimos a comprar nuestro humilde colchón y ese día nos comunicamos bastante bien en inglés. O sea que el otro día se había hecho un poco la vagoneta. Se nos enojó un poco cuando le cancelamos la compra de dos almohadas (todo lo que es almohada está siendo un tema sensible: acá son gigantes) y ella ya las había facturado, pero al rato nos despidió con su simpatía habitual.

Ljljana: Es la encargada de brindar información sobre cursos de alemán en una academia que tenemos a dos cuadras de casa. La conocimos el viernes pasado pero nos despachó en medio minuto porque ya había terminado su horario laboral. Ese día me llamaron mucho la atención sus cejas, pintadas con una especie de fibrón, que le llegaban casi hasta la oreja. La volvimos a ver el lunes y nos atendió amorosamente, hasta se disculpó por habernos fletado. Con tono de profe (nos contó que dio clases muchos años) nos brindó mucha información sin dejarnos hablar en otro idioma que no fuera alemán. Ella nos hablaba tan lento que lográbamos entenderle. Divina, Ljlj, me dieron ganas de tomar clases particulares con ella.

Joachim: Llegamos a su ventanilla del banco con la lengua afuera, hartos de los inútiles de la sucursal de Heidelberg, que no nos habían sabido explicar por qué nuestra cuenta nunca llegaba a abrirse luego de esperar durante dos semanas. Con un inglés impecable y una pinta muy parecida al protagonista british de 'The Office', Joachim nos explicó que el motivo debía ser que todavía no teníamos la visa definitiva. Se metió en el sistema del banco, nos confirmó que no se había abierto nada con nuestro nombre, nos contó los greatest hits de Mannheim, como que acá se inventaron el primer auto y la primera bici, habló mal de Heidelberg, dejó entrever que era bastante zurrrdito, se remontó a reyes de siglos pasados y a la Guerra de los Treinta Años, nos explicó el precio de las postales, en definitiva, nos habló durante más de 15 minutos, mientras sus compañeros atendían a la gente que se iba juntando detrás nuestro. El viernes que viene lo vamos a volver a ver y ya quedamos en que vamos a ir directo a su ventanilla.

lunes, 11 de abril de 2011

La Pareja Mantita

Viloni tenía pelo largo, era morocho, pendejo, no gordito pero sí blando, vestía de negro y se le notaba que todavía no le salía mucha barba. Su novia se pasaba el día en pantuflas, estudiando o vaya uno a saber, en su altillo. Juntos formaban La Pareja Mantita: no había noche que no se sentaran en el sofá, abrigados por un polar bordó, a mirar la tele o una película (más la tele).

Me gustaría pensar que se tocaban bajo la mantita, pero no creo.

Una noche, después de mucho leer, me levanté para una úlitima visita al vecé. Me sorprendió que la puerta estuviera con cerrojo, porque no había oído a nadie. Insistí un par de veces, tengo ese reflejo, no sé por qué, creo que no me acostumbro a que las puertas andan bien, todas, encajan todas bien, no están trabadas porque hay humedad, ¡hay alguien adentro! Dominé el reflejo y solté el picaporte al mismo tiempo que del otro lado me abría la puerta Viloni, me miraba espantado, murmuraba algo en inglés y cerraba la puerta.

El funcionario de la Oficina de Extranjeros ya había dejado establecido que debíamos tener un contrato de alquiler para nosotros solos, que no podíamos compartir departamento con otras personas (lo que acá se llama WG), porque entonces no seríamos una familia. Menos mal que ahora estamos en nuestra propia vivienda unifamiliar y se acabó esa asquerosa promiscuidad.

Lasagna con chucrut

Del horno salían muchos olores a la vez que no nos permitían adivinar si se trataba de un plato o de un postre. Le pregunté a Viloni, el novio de una de las chicas con las que convivimos, de qué se trataba. Cabe aclarar que el mote de Vilone era 100% irónico, sólo podía competirle en la cantidad de pelo. Me contó que estaba cocinando lasagna y que le había agregado ananá y "esa comida que todo el mundo piensa que los alemanes le ponemos a todo". Supuse que hablaba del chucrut y lo confirmé minutos después, cuando sacó su invento del horno.

Al día siguiente, sin Vilonis en la costa, le sacamos una foto, para retratar el asco que vimos pasar de cerca:

Subí que te llevo

domingo, 10 de abril de 2011

Superioridad

Primero fue un aviso de un departamento enorme, equipado a full, amoblado con buen gusto y muy barato en una zona de casas hermosas en el barrio de Neuenheim, Heidelberg. Caí en la trampa y le mandé mail al supuesto propietario, que no dejaba ningún teléfono en el buscador de inmuebles en el que buceábamos con desesperación todos los días. Recibí una respuesta en inglés, larga y llena de detalles. Que el tipo era ingeniero civil, que le había salido un trabajo en Chipre, que por eso alquilaba su departamento, que lo dejaba con muebles si los necesitábamos o lo trasladaba a una baulera, a su cargo, si lo queríamos vacío. El precio seguía siendo sospechoso en relación a lo que ofrecía, pero por las dudas, me apuré a responder que nos interesaba y le pedí verlo al día siguiente. El mail siguiente despejó toda duda: el “ingeniero” contaba que tenía la llave con él en Chipre, que se le ocurría un método para que primero tuviéramos la llave y luego le pagásemos si nos gustaba el departamento, y que para eso nos pasaba un link de DHL que bla bla bla... ¡A mamá mona con bananas verdes! Soy argentina, querido: cuando vos fuiste, yo fui y vine. A las pocas horas recibí un mail del sitio web alertando sobre un posible fraude.

Segunda, la checa. Después de poner ella la fecha para dejarnos el departamento, nos encontramos con que dejaba casi todos sus muebles, algunos zapatos y hasta sus orquídeas, porque no tenía lugar en el auto para llevarse todo de vuelta a Praga. ¿Y a mí qué me importa?, pensé, incapaz de experimentar ninguna empatía con una mina que se compra toda su casa en IKEA y después me la quiere vender, usada, a lo mismo que le costó a ella. A cara de perro le hice traducir a L. (porque además la checa nos hacía el show de que no hablaba inglés) que no, que no estábamos dispuestos a guardarle sus muebles, que queríamos disponer del departamento porque habíamos pagado el mes desde el día 1, ya era 4 la noche y ella proponía volver para vaciarlo recién el 8. Aflojé cuando ofreció pagarnos el alquiler de toda la semana. Pero cuando finalmente vino, no el 8 sino el 9, le dije que teníamos que arreglar las cuestiones de plata primero. Mientras tanto, el grandote que trajo para cargar las cosas (y no para amenazarnos, porque era un gigante pero tenía una cara de niño avergonzado que daba ternura), empezaba a desarmar el sofá. “¿Podrías decirle que espere hasta que nos pongamos de acuerdo?”, le espeté, con toda la mala onda que puedo tener (y que es mucha). El mensaje era claro: o nos pagás o no te llevás nada. Mi delgado marido tenía una líneas de fiebre; si el forzudo se enojaba, se nos pudría. Pero yo confiaba en la Justicia y en mi Ira Sagrada. Entre muecas de sorpresa y ofensa, la checa tradujo (qué simpático que suena el checo pese a todo, me pareció que muchas palabras terminan en i) y Chiquito, como fue rápidamente bautizado, quedó a la espera. Y ahí la checa se puso a hablar de una transferencia a nuestra cuenta bancaria el mes que viene, no entendí si la iba a hacer ella o si el dueño la tenía que descontar de la caución, no entendí ni me importó, porque aunque todavía no tenemos cuenta en el banco, no le tuve confianza, mucho menos cuando empezó a protestar que siempre habíamos hablado de una cuenta. Mentirosa de los peores, los más peligrosos, los mentirosos que se creen sus propias mentiras, en las que siempre salen bien parados. ¿Qué mentiras se contará la checa de su fracaso laboral en Mannheim, de los tres meses a prueba y el despido, del departamento de catálogo de IKEA que armó y desarmó antes de poder darse cuenta de lo que le pasaba? No me interesa, Thereza (así se llama, de verdad). Ponete cash. Porque vos serás de Praga y Praga queda a no sé cuántos kilómetros y tardás no sé cuántas horas y todas esas excusas, pero yo soy de Buenos Aires, Argentinien, y estoy acostumbrada a que me caguen y me afanen, tengo la desconfianza a flor de piel, y a veces, como éstas dos que cuento, ser argentino te coloca en una posición diferencial ventajosa.

La checa no tenía cambio y nos revoleó un billetón de 200, que no te aceptan en ningún lado porque nadie anda con tanta plata encima, como con desprecio. Dale, despreciame, con lo que nos estás pagando casi casi nos pagamos una escapadita a Estambul. A pesar de todo su acting, la suya fue, como dijo Jose, una mudanza triste, tristísima, con picos de bajón como el momento en que se llevó las copas en la mano y una se le rajó y la tiró al tacho en el patio, y que culminó con la imagen de la princesa caprichosa, toda lookeada de Tommy Hillfiger y Lacoste, cargando sus cortinas y pateando el felpudo escaleras abajo. Llevate tu felpudo, tarada, quién te lo codicia. Igual alguna maldad le quería hacer: dejé fuera del alcance de su vista la regaderita de plástico y se la olvidó. Soy el demonio.

Desde este blog felicitamos a la empresa que se la sacó de encima antes de que fuera demasiado tarde y le deseamos a Chiquito una vida lo más lejos posible de esta hermana que lo hace pasar vergüenza.

Y al estafador cibernético, le recomendamos que estudie mucho y que no se reviente los granitos, porque seguro que tiene 15 años y más ilusiones que sus compañeras de curso.

Habitando el nuevo hábitat

Durante toda la semana tuvimos la puerta de entrada casi bloqueada por la cantidad de cosas que había dejado la checa: una cómoda, una mesita en la que tenía un plasma (¿se lo habrá comprado en cuotas para el Mundial?), cortinas, una alfombra verde manzana (todas sus cosas eran blancas o verde manzana). En la pieza nos dejó su cama (horrible), en el living un sofá y con el correr de los días le empezamos a usar un mueblecito para poner los zapatos. La checa se volvió una presencia molesta que queríamos echar cuanto antes. Iba a venir el viernes a la tarde. El mismo día a la mañana avisó por sms que iba a venir el sábado, si estaba OK por nuestra parte. Perez le dijo que no estaba nada OK y le pidió que la llame. Hablaron unos pocos minutos por teléfono. La checa dijo que iba a "tratar" de venir el sábado. Perez casi la mata y le dijo unas cuantas cositas. La checa cortó y al día siguiente avisó que vendría a las 14.30. Llegó con algo de retraso acompañada por la misma amiga que la había ayudado a llevarse algunas cosas y con Chiquito, un flaco de casi dos metros que tenía pinta de ser su hermano. A Chiquito no se lo veía cómodo con las escenas que hacía su hermana, que intentaba ser bastante pilla pero, claro, no lo suficiente como para empaquetar a dos porteños.

Apenas la vimos, le propusimos arreglar las cuentas. Ella dijo que, tal como habíamos acordado la vez anterior, iba a depositar lo que correspondiera en la cuenta del dueño del departamento y él nos iba a descontar esa suma del alquiler del mes siguiente. ¿Estás loca, mami? Le dijimos que nunca habíamos hablado eso. Ella le dijo algo en checo a Chiquito, como haciéndose la sorprendida. Él ni le respondió y siguió desarmando el sofá. "Are you kidding?", le preguntó a Perez, que para esa altura estaba tomando carrera para pegarle un shot en el orto. Le insistimos con que jamás se había hablado de un depósito. Nos preguntó si queríamos la plata cash. Y sí. Nos pagó, con cierto desprecio, y empezaron a juntar sus cosas.

Precavidamente, a la mañana habíamos ido a un galpón en el que venden infinidad de cosas de segunda mano para el hogar (muebles, sillones, platos, cubiertos, cafeteras, juegos de mesa, todo lo que se les ocurra) y por poco más de 30 euros nos llevamos de todo. Como era de esperar, no nos dejó ni una bombita de luz en la pieza pero ya teníamos nuestros nuevos-viejos veladores y también nuestro colchón a estrenar. Tardó como dos horas en llevarse todo pero, luego del tiroteo del principio, casi no nos dirigimos la palabra. Desde la puerta nos avisó que había terminado. "Ok, bye", le repondimos. Cerró la puerta y nos expandimos en la que ahora es nuestra casa 100% y a la que estamos dispuestos a ponele toda la onda.

En esta imagen pueden apreciar cómo va quedando la terraza, el orgullo de esta casa. Cada silla: 5 euros. Cada macetita (de cerámica): 30 centavos. La mesita la encontramos hoy abandonada en la calle en una de las calles más ricachonas de Mannheim por la que caminamos, justamente, buscando algún regalo del dios del mueble.

Pensamientos offline

PEREZ: ¿Por dónde viaja internet? ¿Por un satélite?
JOSE: Por los corazones.

domingo, 3 de abril de 2011

Palpitando la entrega de las llaves

Como ya se ha comentado otras veces, este equipo tiene problemas con la fotografía. El jueves, que salimos tan dispuestos a encontrar hogar, llevamos la cámara en la mochila, claro que sí. Pero no sacamos ni una foto.

Éstas son las fotos del anuncio. Son previas a la checa. No entiendo por qué no subieron fotos de la checa, eran mucho más vendedoras.

Es todo lo que tenemos por ahora. Les confieso que las miro varias veces por día.

El frente. Me encanta.

La terraza, un regalo inesperado de San Benito. Son muy buscados los departamentos con balcón o terraza, nunca creí que seríamos bendecidos con uno.

¿Alguien me explica este ventanal en el baño?

Entrada y pasillo. Hay puerta, no sé cómo hicieron para sacar esta foto en la que no se la ve.

Cocina. Con horno. ¡Sí!

viernes, 1 de abril de 2011

Gracias San Benito

Nunca pensé que el rezo a San Benito traería resultados tan inmediatos. Nos levantamos con toda la ilusión y la buena onda para atraer al schöne wohnung. Mientras nos cambiábamos y preparábamos la mochila (compramos termo, así que volvieron Los Mateykos Everywhere), me llamó un flaco de una de las inmobiliarias para cancelar la visita. Maldito. Ahora quedaban tres. No importa, le ponemos onda igual y hoy sale o sale. Tan cebados estábamos que antes de salir de Heidelberg hicimos un largo trámite en el banco y ni así llegamos tarde. Es más: llegamos 10 minutos antes. Es que Perez anda más afilada que nunca con todo lo que es el mapa. Está manejando márgenes muy bajos de error en su rol de brújula. Como mucho, se camina media cuadra de más o se equivoca la dirección por 200 metros. Agradezco tanto ese don que tiene. Me permite ir mirando mil pelotudeces en todos lados y mi función, justamente, es mostrárselas y, especialidad de la casa, sacar charla. Ella, chocha, con el mapa en la mano y leyendo el nombre de cada calle.

- ¿Qué timbre es?
- No sé.
- ¿No te dijo?
- No. Crucemos.
- ¿Cruzamos y qué? ¿Esperamos que alguien nos reconozca?
- Crucemos y vemos.

Cruzamos. Nos paramos en la puerta. Aparece una vieja: "¿José?". Nos sonreímos, nos damos la mano. "Hallo". Qué encuentro. El día anterior nos hicimos muy amigos hablando por teléfono. Fue una charla en alemán tan tropezada que dos horas después, mientras paseábamos por el castillo, me llamó su hijo para preguntarme, en inglés, si le había entendido a su mamá y para chequear la dirección que había anotado. Atrás de ella apareció su hijo. 100 kilos en bermudas y unas sandalias de cuero. Habla un mínimo de español porque estudió 6 meses en Costa Rica. No me lo imaginaba estudiando al gordo. Nos muestra el monoambiente, la madre nos sigue de atrás, le habla en alemán y él nos traduce al inglés. Somos tan amigos en persona como por teléfono. Suelto algunas palabras en alemán, la mina se ríe, le vuelve a decir algo en alemán, él nos traduce. El baño lo arregló porque estaba de un verde muy setentoso y él prefirió modernizarlo. Te quedaron muy lindas las venecitas pero terminalo para la semana que viene. Caminamos dos pasos, nos preguntan si vamos a vivir los dos, les decimos que sí. "¿No les resultará chico?". Con tal de mudarme soy capaz de hacinarme en tu casa, Gordis.

Pasamos al único cuarto. Está pintado de verde agua, tiene un póster de Da Vinci. ¿Y con este verde no hacés nada, Gordo? ¿Me lo dejás? ¿No me lo modernizás como el baño? No importa, el departamento zafa, es muy luminoso, la cocina es chica pero avisan que dejan la cama y un sillón que se hace cama. Te quiero, Gordo, y también a tu vieja, que se hace entender mucho mejor de lo que vos pensás y le pone onda. Qué bueno embocar la cama. Y con el sofá ya podemos invitar gente.

Nos dan una copia del contrato, para que nos lo lea una amiga, y nos vamos corriendo rumbo al segundo candidato. Llegamos tarde, nos quedaba en la otra punta y tuvimos que atravesar la ciudad caminando, casi corriendo. No nos perdemos ni una cuadra. Es un complejo de casas sociales. Son horribles pero le ponemos toda la onda, nuevamente. Además, sería muy barato. Medio lejos, eso sí, pero caminás dos cuadrás y ya estás en una zona muy linda. El site decía que a las 16.30 iba a haber alguien para mostrarlo. Llegamos 16.47 y no nos cruzamos a nadie. Decidimos entrar, quedarnos en el hall y preguntarle al primero que viéramos si sabía algo. Nos sentamos en la escalera a esperar. El edificio es horrible y con la tarde nublada y lluviosa me dan ganas de llorar. Me acuerdo de Dirty dancing, que la vimos el día anterior, para no deprimirme. Se abre la puerta, aparece una pareja treintañera de rubios paliduchos con las compras del súper. Les preguntamos si saben algo, nos contesta el flaco, mientras maniobra con sus bolsas. Me pongo en su lugar. Pienso cómo reaccionaría si llego del súper con las bolsas que me pesan y me encuentro con dos rusos que no saben dónde están mostrando un departamento para alquilar. No me jodas, flaco, le diría. Pero el ruso es mucho mejor persona y nos lleva hasta el jardín para que veamos de afuera cuál es el departamento. Nos dice que para él debe ser medio oscuro. La mujer no acuerda y le pide que eso también lo traduzca. Pobre conchita. Traduce y se ríe. Nos vamos pensando en volver al día siguiente.

Hacemos escala en lo de nuestra amiga. Llevamos degustación de tortas, tomamos mate y ella nos traduce el contrato. No hay problemas. Nos acompaña al último participante de la noche. Ella tiene fe. Y nosotros también, aunque ni me acuerdo cuál es. Se me confunden todos los avisos que vi, los precios, las fechas en las que quedaban disponibles. Nos abre la puerta una pelirroja que está hablando en checo por celular. Nos indica el camino mientras se sostiene el teléfono con el hombro. Pasamos un patio interno donde dejar la bici, nos muestra la entrada privada que tiene el departamento. Pasamos. Entramos. Es el más lindo. Es acá. Listo, no busquemos más. La flaca cuenta, en alemán, nuestra amiga traduce, que se vuelve a Praga porque la echaron de su trabajo. Duró 3 meses. Se había venido especialmente. Nuestra amiga agrega el dato de que las empresas tienen los primeros 6 meses de gracia para echar sin pagar indemnización. Dice que vende los muebles porque le resulta muy caro llevarse todo en flete. Lo tiene decorado como para ganar un concurso de Oh lalá. 1300 euros por una cama, un sofá que se hace cama doble, cortinas a medidas, lámparas de papel caras, una lámpara de pie, una mesa, una silla. Le preguntamos qué nos da por 700. Dice que el sofá, las cortinas y una mesa rebatible. Con razón te echaron de tu laburo, flaca. Por esa guita me compro un mundo nuevo en Ikea. Nos ponemos de acuerdo en los otros números, todo marcha bien, justo viene el dueño en 5 minutos. Lo esperamos mientras recorremos toda la casa y nos imaginamos plantas en la terraza.

Desde el ventanal del baño veo que llega un barbudo y saluda a la checa desde abajo. "Llegó el señor Barriga", le digo a Perez. Nuestra amiga le sigue haciendo mil preguntas en alemán y nos avanza la negociación. Entra Herr Graff. Nos ponemos todos de acuerdo, nos damos la mano, entramos la semana que viene, viva Perón, viva Steffi Graff, festejamos con pizza con champagne, nos reímos, ahora es cuando empieza esta jodita.

De turistas por Heidelberg

La primera semana y media que estuvimos en Heidelberg los trámites nos pasaron por encima. La universidad, el banco, el seguro de salud, la oficina de extranjeros, la Bahncard (la tarjeta de descuento para el tren)... Y las primeras incursiones en el mundo inmobiliario de Baden-Württemberg, nuestro estado.

Después nos fuimos a Viena, de donde volvimos con la decisión tomada: viviríamos en Mannheim, no en Heidelberg. Todo en Heidelberg es bello, limpio, ordenado. Perfecto. Y a nosotros nos gusta lo desparejo. Heidelberg "es una postal", diría Irma. Y así te lo cobran. Tengo que confesarlo, después de fracasar con la búsqueda de departamento (poca oferta, todo caro) le tomé un poquito de bronca. Pero una vez que nos inclinamos por Mannheim y organizamos los viajes y las visitas de casas de esta semana, le dimos una oportunidad a Heidelberg. Nos entregamos a sus atracciones turísticas cual japoneses extasiados. Subimos al castillo que hay en la ladera de una pequeña montaña y sacamos las mismas fotos que todo el mundo.


Esta pose se la copié a una gordis china que iba subiendo adelante nuestro con el novio y se hizo sacar fotos sexies o graciosas en todos, pero todos, los rincones y puntos panorámicos. Un ejemplo de vida.



Se vivieron inexplicables momentos Harry Potter.

Reloj de sol. No se luce al atardecer.

Jose te atiende en su oficina de Heidelberg.

Esto seguro que es culpa de Macri también.

Terminamos el paseo con una vueltita por lo más turístico del centro histórico. "A cada paso pisás historia", comentaría Irma en este caso. Pero no todo data del 1300 en Heidelberg. En el Altebrücke (puente viejo), está ubicada esta escultura de un mono que sostiene un espejo. Hoy somos todos monitos.



Información en castellano, acá.