martes, 31 de enero de 2012

Actualidad académica

En dos meses, metí tres conferencias. En rigor, la primera fue un workshop, pero yo preparé una ponencia muy concienzuda. Era mi primera intervención en la nueva universidad y quería presentarme bien. Eso fue en noviembre. Entre diciembre y enero terminé mi libro. En enero, fui a una conferencia en Cambridge. Las organizadoras, amorosas ellas, leen mis blogs, es decir que conocen la verdad de la milanesa, o del Schnitzel, ¡y aun así me invitan! Les mandamos un besito. Querían que hable desde mi lugar de autora, pero yo temí caer en el Síndrome Mi Festival. Me explico: hace unos años conocimos en Londres (pero Londres Catamarca en este caso) a una chica conurba muy joven, segura de sí y charlatana que para referirse a la muestra de fin de año de su taller de danzas hablaba de "mi festival". Todavía nos reímos. Entonces, no quería caer en "Mi Festival" y traté de hablar, sí, de mi libro, pero sin tanto "mi, mi, mi", sino de algunas preocupaciones teóricas que aparecen en él. No tuve tiempo de preparar mucho esa presentación, pero creo haberlo compensado con la honestidad con la que intenté compartir mis preguntas e intuiciones. Recién cuando volví me cayó la ficha de que Cambridge es la universidad más grosa del Planeta y yo había sido speaker ahí.

En un rato salgo para Madrid, para la última etapa de esta maratónica sesión de presentaciones. Ahí sí, ponencia, powerpoint, todos los chiches. Obvio que no la terminé, obvio que termino la noche anterior, sigo siendo la misma que estudiaba en el 152 rumbo a la escuela el día de la prueba.

El nivel de agotamiento mental que tengo no se los puedo explicar. Recuérdenme no hacerme esto nunca más.

lunes, 30 de enero de 2012

Al fin

El mail llegó el jueves a la tarde, lo respondimos a la noche y al día siguiente hablamos por teléfono con el flaco. Él había leído el anuncio que publicamos en una página en la que los investigadores ofrecen los departamentos que deben dejar temporalmente o anuncian qué necesitan. El sábado a la mañana fuimos a conocerlo. Más temprano, a las 10, y con -3 de sensación térmica, habíamos ido a ver otro depto, cerca, que zafaba. Quisimos aplicar pero no entendimos la segunda hoja que había que completar, así que fuimos rumbeando hacia el segundo destino. Matamos la espera en un barcito muy lindo. A las 11 fuimos en búsqueda de nuestro nuevo amigo, que nos propuso bajar a tomar algo y conocernos antes de ver el departamento. Fuimos de nuevo al mismo bar, charla que te charla, todo parecía ir bien. Por teléfono había dicho que tenía más candidatos pero nos hablaba como si estuviera todo medio cocinado. Nos preguntó por nosotros, qué hacíamos, cuánto nos íbamos a quedar, etcétera. Explicó que vive en Nápoles, que cada tanto va a pasar unos días en Berlin, o sea, que vamos a convivir, pero bueno, jura que serán pocos días.

Después de un rato, subimos al departamento: nos encantó, no hizo falta recorrer demasiado para darnos cuenta de que esa podía ser nuestra casa. Nos mostró las piezas en las que todavía estaba la gente que le alquilaba de forma temporal: vimos a una chica que parecía conectada, por USB, a su compu, y a un griego en bata. Después nos llevó a conocer el barrio, nos mostró una feria (muy barata, muy turca) en la que él hace las compras y también pasamos por su carnicería preferida. El paseíto terminó en la casa en la que él está parando actualmente, firmamos unos contratos estándar que había comprado en una librería y todos contentos. Más tarde, a las 18, le acercamos los originales de los pasaportes y la guita para el depósito, él nos dio la llave. El informal recibo por el depósito es este:


A la noche, cuando paró de nevar, salimos a festejar con amigos y a bailar. Poco premio después de los 35 departamentos que vimos en esta maratónica búsqueda inmobiliaria, que ya terminó, pero todavía no lo podemos creer. Ayer, domingo, llevamos las primeras pertenencias: 5 libros. Volvimos a ver al griego y seguía en bata.

jueves, 19 de enero de 2012

La pava que silbaba demasiado

Apenas la vi, supe que la iba a filmar. Tenía que difundir su mensaje, su melodía.

No sé a quién se le ocurrió el diseño de esta pava, que se abre con un fierrito, que la mitad de las veces que lo tocamos está caliente, por lo que hay que agarrar un trapo y se hace todo más incómodo. En definitiva, un sistema de mierda, y que invita al accidente onda Carlitos Tevez, pero que tiene la siguiente gracia:


jueves, 12 de enero de 2012

Podría contar otras muchas cosas de este viaje, pero no

Estoy en Cambridge. Probé una ale. Poca espuma, amarga y livianita. Prefiero la cerveza alemana. A la Hefeweizen no hay con qué darle.

Aves de paso

Sigue la búsqueda inmobiliaria en Berlin para encontrar algo definitivo y mudarnos. En diciembre paramos en un departamento increíblemente lindo, en el que ya habíamos estado otra vez, y para enero conseguimos uno que compartimos con más gente. Acá, un breve resumen de las diferencias entre una y otra experiencia:

Antes: vivíamos con una alemana loca, alrededor de 40 años, mal llevados, diseñadora de botas, obsesiva del orden y de la limpieza. Pretendía que todo estuviera siempre igual, ni una miga en ningún lado. No nos hablaba, hacía todo ella, pero con una cara de orto XL.
Ahora: convivimos con dos alemanas, alrededor de 30, una es médica y no está nunca en la casa. Se nota que es medio caradura y le pidió la contraseña del wifi al vecino. Menos mal, porque este pituto USB que compré se cagó ayer y, si ella no hubiese conseguido este dato, estaría en el cyber. La otra alemana tiene rastas, es arquitecta, siempre nos pregunta por nuestra búsqueda inmobiliaria y es fana de la comida orgánica. Nadie se preocupa si la tabla del pan tiene migas hace cuatro días, si una taza tiene un saquito seco que se está poniendo marrón o si se acumulan las botellas.

Antes: todas las ventanas daban a un canal, inclusive las del baño. Los pájaros se acercaban a comer o se paraban en la baranda. Había que cuidar algunas plantas de interior y las que estaban en el balcón parecían sufrir las bajas temperaturas.
Ahora: todas las ventanas dan al pulmón de manzana, lo que más se ven son otras ventanas. Casi nadie usa cortinas, así que vengo siguiendo un par de historias en paralelo. Ayer, sin ir más lejos, apareció un tipo en pelotas y ella se la agarró un poquito. Hay pocas plantas, sólo en el comedor, pero se la bancan.

Antes: en toda la casa había wifi. El estudio que nos había tocado también tenía vista al canal.
Ahora: se me rompió el cosito USB para Internet y la conexión del living es débil.

Antes: dormíamos en una cama medio vencida, en la que nos íbamos para el medio.
Ahora: dormimos en un entrepiso que tiene un colchón doble y dos colchones simples, en el que habitualmente duerme toda una familia.

Antes: era el departamento de una investigadora, tenía tantos libros (muchísimos en español) en tantas bibliotecas que siempre había algo nuevo para curiosear.
Ahora: no hay ni una revista en alemán, ni un escritorio. Sólo las sillas del comedor.

lunes, 2 de enero de 2012

Feria de navidad en Paris

Quise ir al museo de Orsay pero había tanta, tanta, gente que preferí dar una vuelta por la feria de navidad que estaba a pocos metros, a lo largo de Champs Elysées. Sentí que Irma se apoderó de mi por un rato e inmortalizó este momento. Como un gil, no tenía efectivo encima y no pude comer nada. Me recibí de pelotudo. Igual, ya había probado bastantes cositas en diferentes ferias similares.

Estos se vienen salvando.

En este puesto había un olorcito a dulce quemadito tremendo.

Metele dulce de leche en el medio, dijo Orlando.

Salchicha y cebolla. El largo mango de la cocina alemana.

Calentito, con Nutella. Hay arriesgados que redoblan con banana. No soy tan valiente.

Quiero armar una casita con esas paredes de chocolate.

Unas frutillas para comer algo más fresquito.

Sacude.

Churros, largos y cortos, sin relleno. El chocolate venía en un vasito aparte.

Un stand vacío. Era de alimentos hechos a base de limón. Demasiado sano.

Ellos también festejan Navidad y nos cuidan.