Llevo el registro internacional cada vez que hacemos una escapadita, por pura ilusión de manejar en otros caminos, en otros autos. A Holanda me olvidé de traerlo. El tren salió a las 6.30, o sea que salimos de casa apenas pasadas las seis. A esa hora, es difícil que me acuerde de algo, así que no lo traje. Sin embargo, Roeland me prestó su auto nuevo, que entra en la categoría Cochazo. Él se iba a ir en bici a jugar un torneo de tenis y con cierta vergüenza pidió que lo fuéramos a ver.
La cena con Saskia, su mujer y amiga hace años de Perez, se fue alargando, la charla y la sobremesa parecían poner match point a la excursión, hasta que me acordé la cara con la que había dicho que, si podíamos, si daba, si no era mucho esfuerzo, lo fuéramos a ver, un rato. Roeland y Saskia fueron padres hace medio año. Durante los últimos años, varios amigos, de los más cercanos, también fueron padres. Y los vi sufrir pidiendo un poco de atención. Me apiadé de mi amigo holandés, agité un poco y salimos hacia el court. Durante el camino nos perdimos, nos pasamos de largo y terminamos en la autopista, rumbo a Amsterdam. Por suerte, bajamos en el primer desvío que encontramos, pero perdidos y sin registro, vivimos momentos de emoción, y no de la buena.
Llegamos justo a tiempo para ver a Roeland triunfar sobre el polvo de ladrillo. Enterado de nuestras aventuras por los caminos de Holanda, nos dio instrucciones muy claras para la vuelta, mientras él se quedaba tomando una cerveza con sus amigos de tenis.
"¿Qué probabilidades hay de subirnos de nuevo a la autopista? Muy pocas", reflexionaba Perez, la copilota. Pocos instantes después, me comí la rotonda que debíamos agarrar y estábamos a punto de tomar el camino a Amsterdam de nuevo. Mientras Saskia miraba con horror, dije "no se preocupen, con una pequeña infracción se soluciona". Puse marcha atrás en el medio de la avenida, mientras cantaba "Ar-gen-ti-na, Ar-gen-ti-na". Hice unos pocos metros, los semáforos se sincronizaron en nuestro favor, retomamos el camino que debíamos agarrar y llegamos sin más sobresaltos.
Parece que la argentinidad es intramuscular (aunque te vayas al Congo, amigo querido) Los abrazo fuerte desde Mar del plata. Los quiero, again.
ResponderEliminarLa carcajada que solté al leer "Puse marcha atrás en el medio de la avenida, mientras cantaba "Ar-gen-ti-na, Ar-gen-ti-na"." espero que se haya escuchado hasta la mismisima Mannheim.
ResponderEliminarGran abrazo!