miércoles, 9 de mayo de 2012

Perdido acá y allá

Me pasó en Buenos Aires, me volvió a pasar en estos días en Berlin: me estoy perdiendo mucho. Y por zonas en las que me solía manejar con cierta fluidez. Nunca llego a estar desorientado del todo, casi siempre sé más o menos para hacia dónde tengo que ir, entonces sigo andando, en bici o a pie, esperando alguna señal que me suene conocida, una flecha que indique el barrio al que estoy yendo. A veces paso por algún lugar y no me acuerdo qué había que hacer: ¿doblar después del shopping? ¿Atravesar la plaza? Reconozco la señal (un cartel, una casa, aunque mi abuela Hilda me sugería manejarme por el nombre y la altura de las calles, "¿y si un día tapan ese bache?", me preguntaba) pero no me acuerdo qué había que hacer. "La puta madre, todo me suena, nada me dice nada", grité hoy, desde la bici.

Son sensaciones raras, que nunca había tenido. No había vuelto a Buenos Aires en todo el año, ni me había vuelto a ir, con lo que cuesta, ni me  había instalado del todo Berlin. En los dos lados me siento en casa, me resulta imposible no comparar algunas cosas, aunque tampoco le encuentro sentido a comparar dos mundos distintos. En las dos ciudades me siento en casa, el desafío ahora, hablando de casas, es terminar de ordenar el quilombo que dejó Griego en Bata, comprar muebles y poner en marcha esta casa divina, que ya empieza a tener un poco de nuestra onnnda.


Este querido sillón vino desde Mannheim, gracias a que lo trajo el dueño de aquel depto y lo dejó en un depósito suyo. No fue divertido subirlo cuatro pisos por escalera.

 Lo primero que trajimos a la casa fueron cinco libros. Ahora tenemos algunos más.

sábado, 5 de mayo de 2012

Quiero morir comiendo esto


El chocolate untable de Côte d'Or, la marca belga.

Viene negro y con leche. Los dos son supremos.

Los traje de Liège, donde estuve en noviembre. El de chocolate con leche lo comimos en Berlín durante nuestra primera temporada de búsqueda inmobiliaria. Y ahí nos parecía que hacía frío, ja.

Éste lo dejamos cerrado en la nueva casa. Lo escondimos entre las ropas para que no se lo comiera el siniestro Griego en Bata. Varias veces, durante los dos meses y medio que pasamos en Buenos Aires, pensé en este frasco como quien se aferra a una ilusión. Hoy esa ilusión se hizo realidad. Premio premio por haber pasado la tarde fregando en el baño. 

lunes, 5 de marzo de 2012

Chau Mannheim, hola Buenos Aires

La gente piola que conocimos en Mannheim, se fue de la ciudad. Los amigos que conocimos gracias a nuestra ostentación de termo y mate, se fueron a vivir a la montaña, en el Palatinado. Los amigos de tuiter @santi2go y @IzzyBree, se están mudando a Berlín. De hecho, reportan desde nuestro departamento en Neukölln sobre El Griego en Bata, que por ahora sigue ahí.

Nosotros también huimos. A Berlín y a Buenos Aires. Estamos allá, nuestra casa, nuestras cosas, están allá, pero estamos físicamente acá, en nuestra casa de pronto no tan nuestra. En realidad, ya no se sabe dónde es acá y dónde es allá. Lo que sí sabemos es que Mannheim no era para nosotros y que a nuestro regreso a Alemania comienza la verdadera aventura. En Berlín. Mientras tanto, estamos a puro reencuentro, trámite y laburo en Buenos Aires.

martes, 31 de enero de 2012

Actualidad académica

En dos meses, metí tres conferencias. En rigor, la primera fue un workshop, pero yo preparé una ponencia muy concienzuda. Era mi primera intervención en la nueva universidad y quería presentarme bien. Eso fue en noviembre. Entre diciembre y enero terminé mi libro. En enero, fui a una conferencia en Cambridge. Las organizadoras, amorosas ellas, leen mis blogs, es decir que conocen la verdad de la milanesa, o del Schnitzel, ¡y aun así me invitan! Les mandamos un besito. Querían que hable desde mi lugar de autora, pero yo temí caer en el Síndrome Mi Festival. Me explico: hace unos años conocimos en Londres (pero Londres Catamarca en este caso) a una chica conurba muy joven, segura de sí y charlatana que para referirse a la muestra de fin de año de su taller de danzas hablaba de "mi festival". Todavía nos reímos. Entonces, no quería caer en "Mi Festival" y traté de hablar, sí, de mi libro, pero sin tanto "mi, mi, mi", sino de algunas preocupaciones teóricas que aparecen en él. No tuve tiempo de preparar mucho esa presentación, pero creo haberlo compensado con la honestidad con la que intenté compartir mis preguntas e intuiciones. Recién cuando volví me cayó la ficha de que Cambridge es la universidad más grosa del Planeta y yo había sido speaker ahí.

En un rato salgo para Madrid, para la última etapa de esta maratónica sesión de presentaciones. Ahí sí, ponencia, powerpoint, todos los chiches. Obvio que no la terminé, obvio que termino la noche anterior, sigo siendo la misma que estudiaba en el 152 rumbo a la escuela el día de la prueba.

El nivel de agotamiento mental que tengo no se los puedo explicar. Recuérdenme no hacerme esto nunca más.

lunes, 30 de enero de 2012

Al fin

El mail llegó el jueves a la tarde, lo respondimos a la noche y al día siguiente hablamos por teléfono con el flaco. Él había leído el anuncio que publicamos en una página en la que los investigadores ofrecen los departamentos que deben dejar temporalmente o anuncian qué necesitan. El sábado a la mañana fuimos a conocerlo. Más temprano, a las 10, y con -3 de sensación térmica, habíamos ido a ver otro depto, cerca, que zafaba. Quisimos aplicar pero no entendimos la segunda hoja que había que completar, así que fuimos rumbeando hacia el segundo destino. Matamos la espera en un barcito muy lindo. A las 11 fuimos en búsqueda de nuestro nuevo amigo, que nos propuso bajar a tomar algo y conocernos antes de ver el departamento. Fuimos de nuevo al mismo bar, charla que te charla, todo parecía ir bien. Por teléfono había dicho que tenía más candidatos pero nos hablaba como si estuviera todo medio cocinado. Nos preguntó por nosotros, qué hacíamos, cuánto nos íbamos a quedar, etcétera. Explicó que vive en Nápoles, que cada tanto va a pasar unos días en Berlin, o sea, que vamos a convivir, pero bueno, jura que serán pocos días.

Después de un rato, subimos al departamento: nos encantó, no hizo falta recorrer demasiado para darnos cuenta de que esa podía ser nuestra casa. Nos mostró las piezas en las que todavía estaba la gente que le alquilaba de forma temporal: vimos a una chica que parecía conectada, por USB, a su compu, y a un griego en bata. Después nos llevó a conocer el barrio, nos mostró una feria (muy barata, muy turca) en la que él hace las compras y también pasamos por su carnicería preferida. El paseíto terminó en la casa en la que él está parando actualmente, firmamos unos contratos estándar que había comprado en una librería y todos contentos. Más tarde, a las 18, le acercamos los originales de los pasaportes y la guita para el depósito, él nos dio la llave. El informal recibo por el depósito es este:


A la noche, cuando paró de nevar, salimos a festejar con amigos y a bailar. Poco premio después de los 35 departamentos que vimos en esta maratónica búsqueda inmobiliaria, que ya terminó, pero todavía no lo podemos creer. Ayer, domingo, llevamos las primeras pertenencias: 5 libros. Volvimos a ver al griego y seguía en bata.

jueves, 19 de enero de 2012

La pava que silbaba demasiado

Apenas la vi, supe que la iba a filmar. Tenía que difundir su mensaje, su melodía.

No sé a quién se le ocurrió el diseño de esta pava, que se abre con un fierrito, que la mitad de las veces que lo tocamos está caliente, por lo que hay que agarrar un trapo y se hace todo más incómodo. En definitiva, un sistema de mierda, y que invita al accidente onda Carlitos Tevez, pero que tiene la siguiente gracia:


jueves, 12 de enero de 2012

Podría contar otras muchas cosas de este viaje, pero no

Estoy en Cambridge. Probé una ale. Poca espuma, amarga y livianita. Prefiero la cerveza alemana. A la Hefeweizen no hay con qué darle.

Aves de paso

Sigue la búsqueda inmobiliaria en Berlin para encontrar algo definitivo y mudarnos. En diciembre paramos en un departamento increíblemente lindo, en el que ya habíamos estado otra vez, y para enero conseguimos uno que compartimos con más gente. Acá, un breve resumen de las diferencias entre una y otra experiencia:

Antes: vivíamos con una alemana loca, alrededor de 40 años, mal llevados, diseñadora de botas, obsesiva del orden y de la limpieza. Pretendía que todo estuviera siempre igual, ni una miga en ningún lado. No nos hablaba, hacía todo ella, pero con una cara de orto XL.
Ahora: convivimos con dos alemanas, alrededor de 30, una es médica y no está nunca en la casa. Se nota que es medio caradura y le pidió la contraseña del wifi al vecino. Menos mal, porque este pituto USB que compré se cagó ayer y, si ella no hubiese conseguido este dato, estaría en el cyber. La otra alemana tiene rastas, es arquitecta, siempre nos pregunta por nuestra búsqueda inmobiliaria y es fana de la comida orgánica. Nadie se preocupa si la tabla del pan tiene migas hace cuatro días, si una taza tiene un saquito seco que se está poniendo marrón o si se acumulan las botellas.

Antes: todas las ventanas daban a un canal, inclusive las del baño. Los pájaros se acercaban a comer o se paraban en la baranda. Había que cuidar algunas plantas de interior y las que estaban en el balcón parecían sufrir las bajas temperaturas.
Ahora: todas las ventanas dan al pulmón de manzana, lo que más se ven son otras ventanas. Casi nadie usa cortinas, así que vengo siguiendo un par de historias en paralelo. Ayer, sin ir más lejos, apareció un tipo en pelotas y ella se la agarró un poquito. Hay pocas plantas, sólo en el comedor, pero se la bancan.

Antes: en toda la casa había wifi. El estudio que nos había tocado también tenía vista al canal.
Ahora: se me rompió el cosito USB para Internet y la conexión del living es débil.

Antes: dormíamos en una cama medio vencida, en la que nos íbamos para el medio.
Ahora: dormimos en un entrepiso que tiene un colchón doble y dos colchones simples, en el que habitualmente duerme toda una familia.

Antes: era el departamento de una investigadora, tenía tantos libros (muchísimos en español) en tantas bibliotecas que siempre había algo nuevo para curiosear.
Ahora: no hay ni una revista en alemán, ni un escritorio. Sólo las sillas del comedor.

lunes, 2 de enero de 2012

Feria de navidad en Paris

Quise ir al museo de Orsay pero había tanta, tanta, gente que preferí dar una vuelta por la feria de navidad que estaba a pocos metros, a lo largo de Champs Elysées. Sentí que Irma se apoderó de mi por un rato e inmortalizó este momento. Como un gil, no tenía efectivo encima y no pude comer nada. Me recibí de pelotudo. Igual, ya había probado bastantes cositas en diferentes ferias similares.

Estos se vienen salvando.

En este puesto había un olorcito a dulce quemadito tremendo.

Metele dulce de leche en el medio, dijo Orlando.

Salchicha y cebolla. El largo mango de la cocina alemana.

Calentito, con Nutella. Hay arriesgados que redoblan con banana. No soy tan valiente.

Quiero armar una casita con esas paredes de chocolate.

Unas frutillas para comer algo más fresquito.

Sacude.

Churros, largos y cortos, sin relleno. El chocolate venía en un vasito aparte.

Un stand vacío. Era de alimentos hechos a base de limón. Demasiado sano.

Ellos también festejan Navidad y nos cuidan.

martes, 27 de diciembre de 2011

No hay edad para la diversión


Ayer fuimos con Edu, Flaca y Flaquito a una calesita en Paris (muchas son gratis en esta época del año) y ahí descubrimos a esta señora que se subió a un caballito y dio una vuelta. Le tuve que sacar una foto.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Renace la esperanza

Llegamos hace un mes a Berlin con el plan de buscar departamento. Vimos varios, convencieron pocos, nos candidateamos a un par. Estuvimos muy cerca de abrochar uno, de una cooperativa de vivienda. Amplio, barato, no muy luminoso, pero es difícil encontrar luz cuando todos los días son nublados y anochece pasadas las 15. Hace un par de días tuvimos una reunión en la cooperativa que pensábamos que iba a ser un preámbulo para firmar contrato. Les mostramos nuestros papeles y nos dijeron que no nos podían tomar como inquilinos porque el reglamento no permite alquilar una propiedad a alguien que no tiene visa definitiva, algo que no tiene ningún extranjero porque siempre te van renovando la visa. Nos fuimos cabizbajos y nos atornillamos durante unas horas para buscar nuevos departamentos y tener más citas. Ayer ya vimos uno, que quedaba medio lejos y, según nos dijeron, en una zona de neonazis. Preferimos un barrio más tranquilo y que no nos obligue a hacer tres combinaciones para llegar. Hay varios para ver el fin de semana. En las próximas horas se confirmará, o no, un nuevo alquiler temporal para que en enero siga la tómbola inmobiliaria. Nos habían advertido que la cosa estaba complicada, pero la verdad que sorprendió la cantidad de gente que va a haber algunos departamentos.

De mientras, El Gráfico que me dejó de regalo el amigo Edu nos contagia un mensaje optimista:


viernes, 9 de diciembre de 2011

Noche en Frankfurt

Este post fue escrito a cuatro manos, luego de una noche de emoción, copas y karaoke, durante la feria del libro en Frankfurt. Próximamente, encontrarán las publicaciones de las que aquí se hablan en las mejores librerías. Pueden ir haciendo sus reservas.

19.05: Llegamos al hotel de nuestro común editor. ¿El edificio es a los hoteles lo que nuestra editorial al mercado? ¿Cón quién habla tanto por teléfono el editor? ¿Con la patrona? Preguntas que nos hacemos mientras esperamos en el hall, hasta que aparece, veinte minutos después. Caminamos unas cuadras hacia la zona más tourist.

19.45: Nos sentamos en un bar, pedimos cervezas y Flammkuchen, como para ir picando algo. Él se asusta ante los copones de medio litro, dice que nunca toma cerveza, que prefiere el vino. Intercambiamos banderines: él nos regala tres libros (las ediciones nos sorprenden por lo lindas, ¡llegaron las solapas!), le entregamos unas masas turcas que trajimos de Mannheim.

19:46: Perez se emborracha.

21.30: El editor se tiene que ir a otra reunión. (¡Cómo trabaja este hombre! Merece un aumento). De cebados que estamos, lo acompañamos aunque tenemos que ir para el otro lado. Nos despedimos.


"Poné cara de escritor en Frankfurt"

Tenemos una manija tal que nos pasamos mucho más allá de la Römmerplatz, donde vamos a encontrarnos con Nacho, un encumbrado ejecutivo del negocio editorial cuya identidad no podemos revelar. Nos perdemos, nos volvemos a encontrar. Llegamos a la pequeña disneylandia medieval para turistas. Nos sentamos en un bar. Pedimos dos cervezas para esperar.

Medianoche: Llegan Nacho y representantes de la industria editorial latinoamericana, todos de nuestra edad o más jóvenes (momento de mini bajón). La camarera avisa que en quince minutos cierran. Nosotros entendemos todo y hacemos de intérpretes. Subidón idiomático. Los quince minutos pasan volando, vienen a echarnos, ayudamos a Nacho y a los jóvenes latinoamericanos a terminar sus cervezas. Cruzamos un puente y estamos del otro lado del río, en una zona de bares. Nacho nos lleva a uno que es para él el mejor bar del mundo. Se llama Dreikönigkeller y, como podemos intuir, es un sótano (keller = sótano). Nos tomamos algunas cervecitas. La música se reduce a rockabilly de los 50 y 60, todos los temas están buenos, no suena ni un hit, pero tampoco hace falta. Tenemos charlas muy profundas con él, con su mujer (amiga íntima de Perez) que llama desde Buenos Aires, por mail con todo el staff de Revista Cotorra y por BBM con @7efes. La felicidad es total.



Tardísimo: Nacho tiene el dato de un karaoke. Luego de un largo viaje en taxi, llegamos al lugar. Parece ser una zona medio fabril. El taxi nos deja ante un portón. Entramos y caminamos por un gran parking al que dan varios edificios bajos. Encontramos una especie de hangar del que sale música. La puerta está cerrada, golpeamos, esperamos. Hace muchísimo frío. Después de un buen rato, nos damos cuenta de que sólo suena una batería. Nacho llama a sus amigos, que nos vienen a rescatar desde otro de los edificios.


El karaoke está dividido en cuartos. El nuestro es el más agitado, por lejos. Hay un cajón de cervezas. La onda es agarrar y colaborar al final de la noche. Perfecto. Los alemanes eligen hits de los 80, un bodrio. La dinámica no termina de convencernos. Se canta mucho en grupo, hay tres micrófonos, no hay un escenario delimitado. Se lee del plasma y se canta. Luego de un análisis a distancia, descubrimos cómo es el manejo del programa de karaoke. Nacho carga Let it Bleed y cantan con Jose, se viven momentos de alto jaggerismo, Perez, gaucha, festeja. Al tercer tema de los Rolling, Perez, que no es precisamente fan, no puede más.




"Keep the Argentines away from the machine", dijo un flaco. Careta. Automáticamente fue bautizado como Chaleco, dada su indumentaria, y fue repudiado en cada estribillo, con diferentes canciones, como ¿Crees que soy sexy? , con la rima "sos Chaleco, sos botón".

Entramos a otras salas de karaoke, a ver qué onda. Eran grupos mucho más chicos, de 6, máximo, tirados en sillones, cantando muy tranqui. No se suponía que pudiéramos entrar, pero estábamos aburridos. En un momento no identificado de la noche, sonó Cuando pase el temblor. Hubo cadena de oraciones para que se despierte Gustavo, y también para que reaccione Zeta. Hubo un Dancing queen, de cuya elección fuimos inocentes, pero de todos modos copamos el micrófono. Jose quiso cargar un tema y, sin querer, sacó el que estaba sonando. Abucheos. Chaleco pone cara de "estos pibes me tienen podrido". Se van los amigos latinoamericanos, nos despedimos con promesas de mandarnos algo por mail. En todas las despedidas del mundo hay alguien que dice "mandame eso". Nacho y Jose vuelven a copar la escena con el cuarto hit rollinga de la noche. Chaleco le pregunta a Perez, incrédulo: "Are you with these guys?" "Yes, in fact, he's my husband", responde ella, orgullosa. En otro momento Jose va a la compu a ver qué está cargando Nacho, que justo estaba tecleando "Ratones". Aparece una chica pidiendo 5 euritos para la birra, le pagamos, clara señal de que hay que irse. Salimos, el frío nos vuelve a sacudir, encontramos un taxista que nos pregunta si somos no sabemos quién, le decimos que sí, subimos, Perez, con la BlackBerry en la mano, acomete la proeza de indicarle al tachero adónde vamos, se baja Nacho en su hotel, abrazo y despedida.

05.00: Caemos en el sillón.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Oración a San Fabián de las Casas



Oh, San Fabián de las Casas,
concédenos sendos hogares
a exseñoM y familia
y a estos fieles.
Y si de paso querés bendecirnos
con tu prosa y tu poesía
te estaremos también agradecidos.
Amén.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Despedida del otoño en Weimar

La última curva del otoño la agarramos en Weimar. Fuimos a visitar a Oli, un primo de Perez, que está estudiando ahí. La noche del sábado hubo que devolver la hora que nos habían dado hace unos meses, con lo cual empezó a oscurecer a eso de las 17, poco más, poco menos.

Weimar es chiquito y tiene un parque gigante, por el que caminamos todo lo que pudimos. Una de las atracciones era la casa de Goethe y el ginkgo, en todas sus formas, texturas y preparaciones, se vendía a lo pavo. O al menos eso intentaban. El museo de la Bauhaus fue la decepción del fin de semana porque era chico y lo poco que exhibía no le hacía honor.


Arte con cebollas en la plaza principal.


Oficina de turismo.


El romanticismo y el bosque.


Cementerio con hoz, martillo y estrella.


Lo que era verde, ahora es marrón. Lo que era marrón, se cayó y es palito.


Acá Perez agrega alguna data: Weimar quedó del lado de la DDR (de ahí la hoz y el martillo) y como todas las ciudades del Este, es más barata que el resto de Alemania. A Weimar, por lo que vimos, van a hacer turismo sobre todo alemanes y de mediana edad para arriba. Pero es una excelente opción para un fin de semana gasolero y bucólico. Oli me ofreció visitar el campo de concentración de Buchenwald, que está muy cerca; decliné la invitación porque justamente quería descansar del horror, a cuyo estudio me dedico for a living. Pero ya lo saben, si quieren seguirle la pista a Semprún, es por ahí.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Tips Cotorra para unas vacaciones en el frío

La momentánea mudanza a Berlín, el frío y la promesa de pronta visita de la Señora @MMDos, me animaron a escribir esta nota para Revista Cotorra, en la que puede observarse la influencia que ejerce sobre mi prosa la Cosmopolitan France, adquirida el lunes en la Gare de Liège - Guillemins, oh, tengo tantas cosas para contarles.

jueves, 3 de noviembre de 2011

No hay que poner todos los huevos en la misma canasta

Eso pensó Martín Redrado y ante el fracaso de sus carreras como político y latin lover, decidió apostar a la publicidad y firmó un importante contrato para protagonizar la campaña de saldos de Tchibo, la curiosa tienda alemana de café, ropa y artículos para el hogar.

Click acá.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una infiltrada

Se concretó la mudanza de mi laburo a Konstanz. Viajo seguido a esta ciudad que ya estoy queriendo. Imposible no quererla con lo bonita que es. Aunque mi trabajo no queda en la ciudad sino en la montaña.



La bruma al fondo son los Alpes. Los de Heidi y la vaquita de Milka. En la foto casi no se distinguen, pero en los días de sol, como la última vez, se ven los picos nevados. También en vivo y en directo se aprecia el lago. Entre los Alpes y el verde, está el lago.

Vistas desde mi oficina, con y sin Perez:





(No es a mí sola que me quedan mal los vidrios. Debe ser culpa del sarro).

Después de un día de trabajo bastante agitado, mi colega más joven, con la que comparto oficina, y yo, nos apropiamos de nuestro lugar. Tiramos cosas viejas de los ocupantes anteriores, inventariamos (es un decir, no somos tan alemanas todavía) los artículos de librería que habían dejado y nos sentamos un rato ante nuestras compus nuevas. Poné algo de música, me pidió ella. ¿Qué te gusta?, le pregunté. Los Decadentes, contestó. Gloriosa respuesta. La puse al día con los últimos discos de LDA y el discazo solista de Jorge Serrano. Sus temas tan psicológicos y existenciales, no desentonaron para nada con el entorno bucólico e intelectual al mismo tiempo.

Al día siguiente, el contraste fue mayor. Estábamos haciendo un estudio comparativo entre el primer y el segundo video de los Wachiturros y la versión de Pachu Peña, cuando salió el sol y las persianas se bajaron solas. Me asusté mucho y me sentí muy país emergente. También me encontré muy underdressed con mis atuendos invernales, y demasiado abrigada. Cómo le dan a la calefacción los europeos.

También me sentí extrañamente pobre cuando me instalaron el paquete de Office en mi macbook que ya hace más de un año que me regalaron y a la que nunca pude ponerle ningún programa porque son caros. Todo lo que en Argentina me hace o me haría sentir una tilinga, acá ya está re out. No me quejo, nomás les cuento el abismo de calidad y tecnología que nos separa.

Tengo miedo de que alguien se dé cuenta de que soy una infiltrada del tercer mundo fan de Serrano y me manden de vuelta a casa.

lunes, 31 de octubre de 2011

Fotorrepo: Game over, Frankfurt

Esto está pasando hoy en Frankfurt, corazón económico de Alemania y del Munnndo.

Occupy Frankfurt me encontró sin cámara, perdonen la deplorable calidad de la imagen, Blackberry acepto canje por modelo mejor, I-phone a vos también te quiero.





jueves, 27 de octubre de 2011

Diario de soltero IV - Día 3

Dormí mal, creo que la lectura de los últimos capítulos de Wakolda, más cierto estrés de estación, me alejaron del sueño prolongado. Arranqué temprano con la compu, decisión que tuvo su consecuencia con un ardor de ojos hacia la tardecita, pero no me quedaba otra. Hice varios tests teóricos para sacar el registro, con un promedio de 70% de respuestas correctas, salió el sol y decidí ir a correr, para despejar la bocha y mover el culito. Pasé de nivel en el sistema del sofá a 5km y esquivé el ataque de un perro mientras me esforzaba por respirar.

Trabajé bastante, me inventé una salidita a la tarde, una vuelta shopinguera, que incluyó la invención del término 'karbonische papier' en un negocio, no me entendieron, agarré un talonario de facturas que había por ahí, se lo mostré a la empleada, le hice el gesto de escribir, puse una carula, me entendió, me dijo el término en alemán pero también me aclaró que no vendían. Pasé por la escuela de manejo, la comunicación osciló entre mi mal alemán y el mal inglés de la secretaria, me dijo que tengo que hacer un par de trámites que nunca me habían dicho, volví a casa, laburé un ratito más, hablé con mi amigo Edu, con quien nos encontraremos en breve por acá, clavé un yufka en el camino a la terminal y fui a buscar a Perez, que llegó puntual y cansada.