jueves, 24 de noviembre de 2011

Despedida del otoño en Weimar

La última curva del otoño la agarramos en Weimar. Fuimos a visitar a Oli, un primo de Perez, que está estudiando ahí. La noche del sábado hubo que devolver la hora que nos habían dado hace unos meses, con lo cual empezó a oscurecer a eso de las 17, poco más, poco menos.

Weimar es chiquito y tiene un parque gigante, por el que caminamos todo lo que pudimos. Una de las atracciones era la casa de Goethe y el ginkgo, en todas sus formas, texturas y preparaciones, se vendía a lo pavo. O al menos eso intentaban. El museo de la Bauhaus fue la decepción del fin de semana porque era chico y lo poco que exhibía no le hacía honor.


Arte con cebollas en la plaza principal.


Oficina de turismo.


El romanticismo y el bosque.


Cementerio con hoz, martillo y estrella.


Lo que era verde, ahora es marrón. Lo que era marrón, se cayó y es palito.


Acá Perez agrega alguna data: Weimar quedó del lado de la DDR (de ahí la hoz y el martillo) y como todas las ciudades del Este, es más barata que el resto de Alemania. A Weimar, por lo que vimos, van a hacer turismo sobre todo alemanes y de mediana edad para arriba. Pero es una excelente opción para un fin de semana gasolero y bucólico. Oli me ofreció visitar el campo de concentración de Buchenwald, que está muy cerca; decliné la invitación porque justamente quería descansar del horror, a cuyo estudio me dedico for a living. Pero ya lo saben, si quieren seguirle la pista a Semprún, es por ahí.

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