domingo, 1 de mayo de 2011

Das Sofa

La hoja de ruta estaba definida desde antes de salir de casa. Siempre hacemos eso para después cambiar, se improvisa sobre una base definida. Empezamos con una caminata rumbo al Luisen Park, dimos una vuelta, analicé al lugar para ver si en los próximos días empiezo a ir a correr por ahí, nos quisieron cobrar seis euros para entrar a otra parte del parque, nos dimos media vuelta y encaramos el regreso bordeando el río. Llegamos a un bar que se llama Malibú, y tiene el logo de la bebida en su portal de entrada, que tiene una especie de falsa playita, con arena y vista al río. Daba el solcito, había un brasilero cantando, nos quedamos un rato en las reposeras, aquí pueden apreciarlo.


La última escala de la salida era un breve paseo por Max-Joseph Strasse, la calle más linda de Mannheim, también la más cara. El primer domingo que pasamos acá en esa calle nos encontramos una mesa. En realidad, fuimos a su encuentro. Como acá la gente ordena y limpia sus casa los sábados, Perez tenía la teoría de que quizás el domingo nos encontrábamos con algún residuo que nos sirviera. Y así fue esa vez. Volvimos a pasar otros domingos, sin suerte, hasta ayer, que nos encontramos un juego de sillones entero: de un cuerpo, de dos y de tres. No sabíamos cuál agarrar.



Luego de un cuidadoso examen, decidimos llevar el de dos cuerpos. La pregunta pasó a ser cómo. Según Google Maps, estábamos a exactos 1,8 km de casa. Y el sofá pesaba una bocha, sobre todo para Perez, que probaba de todas las formas: yendo adelante, atrás, agarrándolo por las patas, por los costados, lo quiso cargar al hombro, sugerí que no era buena idea. Con mucho esfuerzo llegamos a la primera esquina. Ella estaba pálida de la fuerza que hacía, elongaba los brazos, nos preguntábamos cuánto tiempo nos iba a llevar la aventura, si íbamos a poder completarla. Hasta que aparecieron tres duendecillos dispuestos a ayudarnos. Eran tres veinteañeros, la palabra la acaparó una de ella, seguramente porque era la única que hablaba en inglés. Nos acompañaron hasta la parada de tranvía más próxima, a unas tres cuadras. Entre cinco fue mucho más sencillo todo. Subimos el sofá al tranvía, nadie nos miró ni nos dijo nada, no sacamos pasaje, bajamos en la parada siguiente.

- ¿Cómo vamos a hacer?
- Ni idea, ya aparecerá alguien que nos ayude.

Con más esfuerzo que antes, hicimos media cuadra y lo bajamos en la esquina. Lo mirábamos, para ver si cobraba vida, pero nada, ahí seguía, con las patas hacia arriba y cada vez más pesado. Mientras intentábamos levantarlo y encarar las últimas cuadras, apareció el enviado de Alá que tanto necesitábamos. Se acercó un turco y nos preguntó si necesitábamos ayuda. Claro que sí. Era petiso, ancho y fibroso. Ideal. La meta estaba cerca. En el trayecto tuvo aire para contar que hacía poco se había mudado y que había subido al quinto piso una cocina y no sé cuántas cosas más, sólo entre dos. Pobre. Pero qué fuerza que tenía. La escalera y el pasillito de casa presentaron algunas dificultades, que el turco quiso resolver con más empuje que estrategia. Lo único que me faltaba era que, en la desesperación de entrarlo rompiera una pata que estaba trabada o un cacho de pared. "Wait a minute", le pedía yo, mientras lo movía un poco. Pasamos finalmente hacia el living, el trayecto había finalizado.

A esa altura, del entusiasmo inicial quedaba sólo la agitación, los brazos temblaban y la respiración había quedado en planta baja. Nuestro amigo se llamaba Mourad. Le dije que había sido un ángel para nosotros. "A turkish angel", dije, para ser más específico. Él le dio un lindo par de tragos a la birra que le regalamos pero no quiso llevársela, creemos que por algún tema religioso, no sabemos si está bien visto tomar en lugares públicos.



Éste es el sofá, con el agregado de Ganesha, que la compramos en Brasil a principio de año, en la Lua de Mel.

10 comentarios:

  1. mi sueño es un mundo donde encontrarse muebles por la calle, ¡qué lindo!
    me encantó la confianza con la que se hicieron cargo de su destino: esos sillones decían Perez y jose, yo se

    ResponderEliminar
  2. Es genial! Yo soy muy de cartonear, pero hace rato no se ven joyitas así!

    ResponderEliminar
  3. Algo muy preciado por mí son los cajoncitos de lácteos, esos de plástico azules o verdes. En otro momento tuve alguno atrás de mi bici o en el bajomesada con las cosas de limpieza, en este momento tengo dos abajo de mi cama, con zapatos y una muda de ropa. Eso sí, trato de afanárselo a algún comercio grande, para lavar culpas. Terminé comentando más bien sobre choreo que sobre cartonereo. Me fui al carajo.

    ResponderEliminar
  4. Que buen sillón ! Y sólo les costó 2 tragos de cerveza.

    ResponderEliminar
  5. No se qué es mejor, si el sillón o la historia! Espero poder rendirle culto a Ganesha y a Baco en él en breve. Abrazos!

    ResponderEliminar
  6. Un tío que vivió vaios años en Leverkussen me contaba que también se hizo de sofá, refrigerador y un equipo TV+Radio, todo recogido de la calle... y también me dijo que le tenía cierta... mmhh??? ¿como decirlo?.... reticencia... no,... sutil suspicacia respecto de los turcos... un día se le acercó uno y le pidió un cigarrillo, en la calle, el como buen chileno, sin saber muy bien como sacarcelo de encima le respondió: "Lanco, Panguipulli, Choshuenco, Mulpulmo" - que no son otra cosa que nombres de lugares y poblados de la zona sur de Chile, en idioma araucano - frente a semejante respuesta el turco se dió la media vuelta y se fue... tal vez a ustedes les sirvan algunos nombres de lugares en catalán... o en gallego... a tenerse en cuenta ¿eh?

    ResponderEliminar
  7. Yo más bien estoy queriendo aprender turco.

    ResponderEliminar
  8. Me encanto el relato... que paìs!!! Que aventura!!! Abrazos.

    ResponderEliminar
  9. Aplauso, medalla y beso para la osadía de transportar ese sofá!!!!

    ResponderEliminar
  10. Me morí con este post y recién ahora puedo comentarles (casi que tengo los mismos problemas de conectividad que uds, sólo que en el bonito Conurbano).
    También salimos a buscar sillones por Tigre, pero todos estaban adentro de las mueblerías...

    ResponderEliminar